Cuando se consiguieron las primeras imágenes de las dorsales oceánicas y de las fumarolas oceánicas, se tuvo una gran sorpresa al ver que allí abajo, en plena oscuridad, había una gran variedad de organismos. La respuesta a cómo podían sobrevivir en esa situación, una vez más, la tuvieron las bacterias.
Así, las bacterias, mediante procesos de quimiosíntesis, eran capaces de obtener energía a partir de los materiales y gases que salían del mismo centro de la Tierra. Recientemente, se encontró un interensatísimo ejemplo de este proceso, con una bacteria, simbionte de un curioso de tipo de mejillón, capaz de sintetizar energía a partir de hidrógeno.
El hidrógeno que proviene de la dorsal oceánica, disuelto en el agua, pasa a través de la estructura del mejillón, y la bacteria simbionte que vive en él, obtiene, a partir del hidrógeno, energía utilizada tanto por ella como por el mejillón
La investigación, llevada a cabo por el instituto alemán Max Plank y la Universidad de Harvard, cuyos resultados han visto la luz en la prestigiosa Nature, descubrió bacterias que, viviendo en condiciones extremas en ambientes con abundancia de hidrógeno, optaban por esta fuente de energía para obtener materia orgánica. Al igual que otras bacterias utilizan metano o sulfuro de hidrógeno como fuente de energía, estas nuevas bacterias, capaces de utilizar el hidrógeno, son hasta 18 veces más productivas.
Estas bacterias se encontraron a 3.200 metros de profundidad, en el campo de Logatchev de la dorsal medio-atlántica, una cordillera submarina a medio camino entre el Caribe y las islas africanas de Cabo Verde, donde viven en una curiosa simbiosis con bancos de mejillones. Esta zona es muy productiva, con una alta producción de energía hidrotermal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario