Los
colores y perfumes que poseen las flores no son casuales, sino que cumplen funciones especificas. Las
flores que son polinizadas a través de los insectos necesitan atraerlos, y lo hacen por medio de un alimento que producen en la parte más profunda de la corola: el néctar. Entonces, el insecto, para tomarlo, se posa sobre los
pétalos de la flor y busca este alimento. Mientras tanto, su cuerpo roza las anteras y se le adhieren granitos de polen, que luego llevará hasta otra
flor de la misma especie, para encontrar néctar de igual sabor. Debido a esto, las
flores tienen que hacerse visibles a distancia, a través de corolas llamativas y
perfumes que los animales puedan distinguir.
Las flores deben su color a dos tipos de pigmentos: pigmentos liposolubles contenidos en los cromoplastos y pigmentos hidrosolubles contenidos en las vacuolas de las células epidérmicas de los pétalos. Casi todos los tonos azules y púrpuras se deben a pigmentos vacuolares llamados antocianinas.
La fragancia de las flores tiene su origen en la formación de pequeñas cantidades de aceites volátiles por alteración de los aceites esenciales contenidos en los pétalos. Los perfumes naturales se elaboran con flores como el jacinto, el heliotropo, la mimosa, el jazmín, la flor de azahar, la rosa y la violeta.
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